En el siglo XX existía una gran diferencia a la hora de criar a sus hijas, que variaba en función de la clases social al que pertenecían:





Resultado de imagen de niñas que pertenecen a la clase pobre en el siglo xx


En la clase pobre se crían las niñas hasta los ocho años en un completo abandono. Al cumplirlos, los padres, obligados por la imperiosa ley de la necesidad, sólo estudian la manera de que sus hijas se ganen el necesario alimento, ya que no les sea dado cooperar al sostén de su familia, que siempre suele se más numerosa de lo conveniente, empero la miseria, que aflige al pueblo, excusa en parte su descuido, por más sensible que nos sea el punible abandono en que viven sus hijas.










Resultado de imagen de niñas que pertenecen a la clase media en el siglo xx
La clase media se divide en dos opiniones enteramente opuestas: los padres que tienen orgullo en confesarse chapados a la antigua, enseñan a lo sumo a sus hijas a leer, a escribir y las cuatro reglas de la aritmética para que tomen la cuenta a su criada; pero no les enseñan más libros que el Ejercicio Cotidiano, ni les permiten escribir más que lo necesario para apuntar la ropa a la lavandera; nada de correspondencia, aunque se ausente una amiga de la infancia, si es que le consienten tener amigas; las pobres niñas tienen que renunciar a su cariño.

Por el contrario, los padres de la clase media que hacen gala de ostentar el moderno barniz francés, ponen a sus hijas desde los tres años en el colegio, pagando unos horarios que, por crecidos, suelen quedar insolventes durante algunos meses; se encarga muy particularmente que se les enseñe con cuidado el dibujo, el baile, la música y el francés; en cuanto a la costura, zurcido, planchado, confección de vestidos y bordados.





Resultado de imagen de niñas que pertenecen a la clase rica en el siglo xx


Los padres de la clase rica ingresaban a sus hijas en esos colegios, donde no se enseña a las niñas a peinarse solas, ni a mullir su lecho, ni a zurcir su ropa, ni a pegar una cinta en un zapato o un botón, el peinado lo hace una doncella, el lecho lo arregla una criada, y el calzado… el calzado se tira cuando se rompe; así, una hija de un empleado que tiene doce o diez y seis mil reales de sueldo al año, se educa con hábitos de duquesa millonaria.



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